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Inicio » Crónica Viaje Bolivia-Chile en bicicleta

Oruro

OruroTras un cambio de improviso en la compañía que nos transportaría, nos preparamos para las casi 4 horas de desplazamiento a Oruro en una guagua digna de cualquier desguace que se precie. Amenizados por una película vhs (¿o era cd?) de 1987 (“Escape de Sobibol”) sufrimos los primeros embates del terreno boliviano. Bolivia intenta acometer cambios importantes en la red viaria, asfaltada probablemente solo en un 15-20% a nivel nacional, los cambios de pista son frecuentes para respetar los tramos recién acondicionados, por lo que el viaje ha de tomarse con mucha paciencia. Durante la primera parte contamos con la impresionante y lejana presencia del Pico Sajama, que se erguía más allá de los 6.000 como una promesa de las impresionantes postales que nos deparaba el viaje.
 
Por la tardía hora de llegada había acordado que alguien del alojamiento se reuniera con nosotros a la llegada a Oruro, que según me referían no tenía los problemas de inseguridad de otras grandes ciudades… mientras me aconsejaban apuntar la matrícula del taxi por si éramos objeto de un robo. No queríamos sorpresas y menos arrastrando sendos mastodontes de cajas  y sin conocer la localidad. Por desgracia no localizamos a la persona de contacto ya que nos dejaron por fuera de la estación, así que a instancias de una chica que conocimos en la guagua tomamos un taxi hacia el hotel y por fin pudimos relajarnos un poco cenando hamburguesas y probando nuestro primer mate de coca para adaptarnos al mal de altura “soroche” o “apunamiento”. Estábamos  3.700 mts de altitud y permaneceríamos en esas cotas casi toda la estancia.
 
Oruro es una ciudad minera, cuna de un Carnaval famoso al menos a nivel nacional. De noche me pareció bulliciosa, con bastante tráfico de vehículos y peatonal, con mucha vida, al menos en el centro, después, pese al sábado por la noche, el entremado de calles se vuelve más lóbrego y despoblado, casi desierto.
 
Bolivia - Chile en bicicletaQué bien se ve el mundo con un buen desayuno en el cuerpo... A la espera de reagruparnos con los compañeros en el Hotel Virgen del Socavón, patrona local, comenzamos con los primeros paseos. La primera escalera que subí me bajó a la realidad. Apenas unos escalones y llegué sin aliento arriba. Ya había oído respecto a La Paz que en ella haz de“comer poquito, caminar despacito y dormir solito”, así que nos tomamos el día conociendo la ciudad, más grande de lo esperado, visitando las zonas más importantes y vagabundeando por sus calles haciendo las últimas compras. Nos llamó la atención la gran presencia de policía y militares con que contaba Oruro, al menos en la zona centro que transitamos.
 
Una vez reunidos con los compañeros, que llegaron sin incidencia, despachamos risas y nervios en la comida de rigor, servida por un camarero gaditano residente que daba el pego como boliviano hasta abrir la boca. Continuamos la sobremesa haciendo nuestros pinitos en altura hasta el día siguiente, incluida una visita al mirador de la imponente virgen de fibra de vidrio que domina la ciudad.
Oruro, ciudad minera sede de un famoso carnaval local.