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Inicio » Crónica Viaje Bolivia-Chile en bicicleta

Sabaya, a dar pedales

Bolivia - Chile en bicicleta SabayaUna constante en el viaje es que cuando oyéramos: “en ese pueblo hay de todo”, tenía que traducirse como: “no hay una p**a m****a”. Sabaya fue la constatación de esta máxima. La guagua nos dejó en medio de una carretera de cemento sin ninguna ceremonia, y el pueblo, pequeño, ya avisaba de que contaba con muy pocas facilidades y comodidades. Arrastramos las cajas y los bultos hasta conseguir que por un módico (barato) precio un vecino nos llevara las cosas en su furgón hasta el Hostal Paraíso (picaron alto con el nombre) que previamente habíamos encontrado. Nos había ayudado previamente un borrachín local motorizado según el cual no había donde pernoctar, pero con buen criterio no nos habíamos hecho mucho eco. Allí nos recibió Dña. Eva, una curiosa señora con el aspecto y atuendo típico de la gente de más edad del país. Por fin podíamos montar la bicis sin mayores problemas que un pivote de freno inservible en el caso de Carlos, y tras una compra en el comercio de la hostelera y una cena a base de una riquísima sopa de arroz en el único restaurante del pueblo, nos fuimos a las espartanas habitaciones con la ilusión de pedalear rumbo Chile en la mañana.
 
El primer día nos fue muy agradable; todo el recorrido transcurriría por el cemento-hormigón de la carretera del día previo hasta Colchane, la frontera con Chile. Fueron aproximadamente unos plácidos 85 km con alguna subida y grandes bajadas donde pudimos apreciar la inmensidad y dureza del terreno, pasando a los pies del Tata Sabaya y apreciando el Salar de Coipasa. Pero las primeras fotos fueron para las omnipresentes compañeras de las riberas de las carreteras y caminos del viaje: ¡las llamas!. 
 
Intentamos reparar el freno de Carlos en un taller local, pero el buen hombre solo logró perforar el magnesio de la botella de la horquilla empeorando el panorama. Tendríamos que recurrir a la Poxilina (¡ché, endurece aún bajo el agua, viste!).
 
En la aduana me llevé un buen susto en forma de biela caída al suelo sin venir a cuento, menos mal que pude recuperar el tornillo y la arandela de entre la arena, porque si no el viaje hubiera empezado muy pero que muy mal.
 
El paso a Chile fue tranquilo, el contraste de uno a otro país es brutal, salvaje, apenas te puedes hacer a la idea de que una realidad esté tan próxima a la otra. Una vez en terreno chileno y tras un almuerzo en la solitaria y sencilla localidad de de Colchane seguimos por carretera hasta el pueblo de Cariquima impresionados por el macizo y el pico del Volcán Isluga, que nos observaba nevado desde sus más de 5.000 mts. Como ocurriría también más tarde, el paisaje local es un recordatorio perenne de lo ínfimo que eres. De lo ridículos que somos.